miércoles, 18 de noviembre de 2009

Leonardo

Es la conjunción de mi ser. Es mi n(h)ombre perfecto, mi palabra favorita.
Es el ser más idealizado del mundo, del que conozco menos que aquel habitante número 25698348 de China. Leonardo es un verbo más que un ser. Si lo buscas en mi diccionario lo verás como sinónimo de amor, de perfección, de alabanzas y objeto de culto.
Leonardo fue un hombre que conocí a la tierna edad de 15 años. Fue el que me impresiono cuando en un estado totalmente etílico me hablo sobre los niños hambrientos de África, fue por quién no entre a mis clases de filosofía porqué sentía que aprendía más de él hablando sobre Nietzche que de mi profe con doctorado.
Leonardo fue el primer hombre que de una manera muy sutil me utilizo. Quién me puso en la primera encrucijada amorosa de mi vida. El primer no-familiar que me preguntaba sobre mi día por las noches. Fue el primero de muchas cosas, el segundo y el tercero también...
Leonardo es un vago recuerdo [ni siquiera puedo reconstruir su cara por completo], es una carta sin remitente, mi clochard que me salvo del río Sena, es mi ideal de hombre.
Y aunque nunca lo conocí del todo, aunque nunca salí con él más allá de la escuela, aunque nunca me arriesgue por él, sí muchas veces soné con él, con su carácter y sus frases, reinterpretando lo que decía, aumentándole significados. Pero a fin de cuentas, así es cuando te enamoras ¿o no?