jueves, 27 de enero de 2011

Quisiera decir...

... que me conformo con lo que me des. Quisiera decir que estoy segura que me quieres y que esos mensajes cifrados son para mi. Quisiera decir que no fui un error esa noche. Que al menos somos amigos. Pero se que no, se que mis feas huellas de botas impuras quedaron en tus mejores pasajes. Quisiera que hubiera algo prometedor, que toda la vida estuvieramos cerca de alguna forma extraña e impredecible. Quisiera poder decir te quiero entre mariachis y tequila. Ser sincera con mi amiga.

Y entre tanto me duele leerte y ver que estas ahi. Que de alguna manera extraña siempre estaras ahi aunque pasen los años, que mis intentos de suplantarte con alguien mejor no daran fruto. Porque olvidar no es algo que pueda decidir hacer, es algo que pasara. Y de nada me sirve recordar lo patan que fuiste conmigo. De nada me sirve el alcohol a mares que me sirven, ni las drogas que me regalan y se tiran al bote solas. Nada pasara hasta que tenga que pasar esta niebla que dejaste olvidada en mis botas moradas.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Sometime

A veces esa mirada no es para ti. A veces ese papel que dice tu nombre y una declaración, era para un homónimo, a veces esa astilla en el culo es sólo un accidente, no una premoción.
A veces este adiós no es para siempre, a veces es... un hasta luego. Tal vez no siempre es mi culpa, pero a veces, casi siempre si lo es o al menos esta vez si. A veces esto es una disculpa, pero esta vez no, es más un arrepentimiento, un no lo volveré a hacer ¡lo juro!
A veces espero que vuelvas a confiar en mi, que perdones los desvaríos y las metidas de pata, las irresponsabilidades. A veces creo que lo harás, pero esta vez, no sé porque, presiento que no. A veces creo que cuando te diga la verdad no volverás a hablarme, ni a escucharme, ni a besarme.
A veces creo que el sexo casual con tus amigos terminará esta relación, pero a veces pienso que me perdonaras cuando te enteres y me entierres. A veces siento que esto ya no tiene pies ni cabeza, como la obra que hice hace años, a veces quiero mandar todo a la mierda y llorar como viuda, a veces lo hago y me siento mejor.
A veces escribo para ti y otras para mi. Esta es por mi.

martes, 16 de marzo de 2010

Contextualizar.

¿Qué he aprendido en estos años en esta escuela? ¿Qué he aprehendido? No sé, déjeme pensar... Mejor oigo lo que los demás dicen para darme una idea de lo que quiere que le responda. Todos callan. José habla, habla, bla bla bla. Halagos de parte de Acosta, ¿qué dijo? Nadie sabe. Martha habla, Enrique habla, Fabiola habla. Todos, en medio de sus divagaciones, tienen algo rescatable (algo que va a utilizar en su conferencia próxima), me pide que hable. ¿Yo? ¿A se dirigió? ¿Si quiero puedo hablar? ¿Osea que no me lo había pedido? ok, aquí voy.
Aprendí a analizar, a ser segura, a preguntar, a no quedarme con dudas, a.... ¿Qué? ¿Qué no soy concreta? Pero si soy la única que lleva menos de dos minutos hablando sin divagar. ¿Qué estoy sacando frustraciones, odios, temas de sexualidad reprimidos? ¿Qué no estoy contestando la pregunta? ¿Qué carajos quiere que haga entonces? ¿Qué diga un resumen de cada materia que he tomado desde que entre tal como lo hizo Martha? ¿O una oda a mi misma como Enrique?
Aparte, yo lo que hago es contextualizar, así me lo decía Él, y no le molestaba. Los que concretan todo son unos aburridos que no quieren conversar.

martes, 9 de marzo de 2010

Y sin más, sus vagabundos deseos franceses regresaron.

Un día se levanto, tomo su leotardo, sus mallas y sus tenis. Tomo el bus que la dejaba en el centro, bajo en El Chopo y camino hasta las Residencias Franco, a la casa adaptada para dar clases en su mayoría artísticas.
Llego temprano como casi siempre, se quito los calcetines y se dispuso a tomar su clase de contemporánea en la que, si bien no era buena, era feliz. Al acabar la clase, se puso sus tres capas de ropa, su bolso y caminó junto a su compañera platicando del ensayo que tendrían en unos instantes.
Eran unas cuantas cuadras al lugar del ensayo, pero la extenuante clase hizo que se detuvieran en una esquina a comprar jugo de naranja con zanahoria (su favorito). Su compañera, que además era su homónima, discutía sobre lo que deberían hacer en las siguientes cuatro horas. Quería imponer un penoso ejercicio de energía que ella odiaba, así que lo rechazo y la otra se molesto.
Por la tarde, ella enfermo, estuvo grave seis horas, pero falto a clases y ensayos cuatro días. En su casa, sin luz, no le quedo otra mas que dormir y llorar, llorar y dormir, hasta que la falta de alimentos la hicieron levantarse, ir por agua, sentarse a la cama y ver el esplendido paisaje que ofrecía su ventana.
Fue ahí, justo ahí cuando el melocotón de su jardín le insinúo la palabra clochard, cuando el viento le grito Sena, Río Sena, cuando su mente viajo tres años atrás y recordó como, sin haber nunca pisado más allá de México, caminaba al lado del Sena y en un pequeño puente de piedra desabrocho su abrigo gris, quito sus zapatitos negros, volteo a ver la luna y en el preciso instante en que sus pies impulsaban un salto, llego ese clochard, con su aliento a licor barato, con sus tenis tan caros que podrían alimentar a los niños de África. Llego como ráfaga de viento, le tomo por la cintura y le arruino la mejor muerte que hubiera podido imaginar. La volteo y la beso y le hablo se Nietzche y de Tideland, y la cautivo con sus hermosos labios carnosos y esa irresponsabilidad para la vida.
Y entonces ella odio al viento y al durazno del jardín y a la ventana por hacerla recordar, por que inevitablemente recordaba también que de regreso en México, el estúpido clochard la había abandonado, con treinta pesos en su abrigo gris, en el metro aeropuerto, y por su culpa se había puesto la peor borrachera de su vida. Y como si el universo se burlará de ella, la tarde del día que regreso a clases, un amigo le recordó a Vargas Llosa, al niño bueno y la niña mala, al Sena y al clochard y ella tuvo unos inmensos deseos de regresar al puente de piedra, para que esta vez en lugar de sostenerla, la empujará.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Pròlogo.

Si pudieras ser algo más que químico, harías prólogos, seria tu profesión secreta, así como la mía seria bailarina en telas, si no le tuviera miedo a las alturas.
Te encantan los prólogos, escribirías a todos, serias prologuista, así como yo sería arquitecta paisajista si tuviera menos demanda.
Tú me lo dijiste, lo que más te gusta de lso libros es leer los prólogos, lástima que no todas las editoras los pongan, pero si pudieras, fundarías tu propia editorial y le darías prioridad a los prologuistas más que a los autores.
Si pudiera, fundaría mi colegio montessori y sería la directora, daría clases personalmente, lástima que no me gustan los niños.
Te gusta leer los prólogos al principio, para tener certeza de lo que lees, para comprender mejor la obra. Yo los leo al final porqué me encanta corroborar o desmentir mis ideas. Muy altanero según tú.
Si pudieras, lo hariamos toda la noche, me harias el amor de una manera tan tierna y educada, considerandome todo el tiempo, sólo pensando en mí. No me quedo a dormir en tu casa porque odio compartir la cama, porque me gusta el desenfreno y lo impersonal, porque no me gusta hacer el amor, porque me gusta pensar en todos menos en ti.
Te gusta abrazarme, hablarme sobre tus teorias celulares, sobre el desarrollo de nuevas proteinas que alimentaran a los niños del mundo, te gusta que te abraze y no me dejas respirar.
Si pudieras, serias prologuista, tendrias tu casa editorial, alimentarias a todos los niños del mundo, lo hariamos toda la noche, nos casariamos y tendriamos una granja. Si pudiera tendria mi compañia de titeres para adultos, viajaria por todo el mundo, me acostaria con todos los hombres interesantes que encontrara en mi camino, me iria a vivir al mundo.
Pero no puedes, ni puedo.

Una mudanza.

Todo empezó por un comentario sin importancia, un día dije:
-No quiero pasar Navidad aquí.
Y me obedecieron. Contrataron una mudanza para las siete de la mañana del 24 de diciembre. Me levante a las 5a.m. a terminar de empacar, toda cruda y con apenas dos horas de sueño. El camión partió a las 8a.m. conmigo, Tom a mis piernas y sin mis amados tenis.
Llegue sola a un pueblo sin cine ni internet, cuyo único entretenimiento es ir a la plaza o al trailer que llega con un proyector de vez en vez haciéndola de cinematógrafo.
Sola, con muchos muebles que acomodar, sin muchos de mis artículos personales, que por razones de espacio tuve que dejar en mi ex-casa, me aventure a acomodar algo esperando que mi familia llegara en mi auxilio. Los hombres de la mudanza se ofrecieron con las camas y la lavadora, rompieron una tubería y me quede sin agua una semana.
Mis vacaciones de invierno fueron de lo más abrumadoras, cansadas y confusas. Regresé a la escuela (porque sigo llendo a la ciudad a mis clases de teatro) con unas ganas de que llegara la semana santa lo más pronto posible y sin una pizca de creatividad ni energía.
El pueblo me dio unas ganas de fiesta como las de la capital, que aprovecho cada evento en el que pueda revivirlas. No tengo nada que decir pues mis tres horas de viaje ida/vuelta me frustran.
Mi desaparición puede extenderse hasta mi próxima entrada, sólo puedo contar que estoy conociendo las maravillas del "sin compromisos" de lo que tal vez de detalles otro día con más inspiración.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Te soñe

No fue anoche, ni antenoche. Paso hace como tres semanas o más.
Soñé que salíamos por una copa de vino mientras tocaban jazz.
Soñé que no eras mi tipo, que no me gustabas, que me resultabas un tanto pretencioso, que de repente pensaba que carajos hacía contigo, que después veía las caras de los comensales y adivinaba las conclusiones perversas de que una chica de mi edad saliera con alguien de tu edad.
Soñé que nos besábamos y desperté.
Luego fui a la FILIJ, compré algunos libros y los cargue en la mano todo el día esperando verte por ahí y tener un encuentro casual como las buenas personas que somos y que no escriben en hojas rayadas ni conciertan citas.
No te vi ni hoy ni mañana. Ni espero verte, ni lo busco, ni lo deseo. Ojala sólo pudieras acordarte de mí y volver a escribirme. En verdad que me gustaba leerte y en ocasiones hasta escribirte.
Desde mis dos paredes blancas.